Hoy comienza la historia del Rey que hizo su entrada triunfal en Jerusalén como un siervo humilde, montado en un asno.
Jesucristo no viene a conquistar a la fuerza como los reyes de la tierra, sino que lo hace con amor, gracia, misericordia, ternura y su propio sacrificio en favor de su pueblo. Porque su Reino no es de ejércitos y de esplendor, sino de humildad y servicio. Él no conquista las naciones; Él hace nuevos todos los corazones.
En nuestra parroquia hemos procesionado así, con la ternura, la humildad y la alegría de quien se sabe cuidado en los brazos de su Padre.
¡Feliz Domingo de Ramos!